La paz perpetua,
obra dramática de Juan Mayorga nos presenta una historia de competición de tres
perros humanizados: Odín-“rottweiler impuro”, el cínico, Enmanuel-pastor alemán
con “corazón sabio” y John-John cruce de varias rasas, intento laboratorio de crear
un perro perfecto, que quieren ganar el puesto en K7, una organización
antiterrorista. Estoy de acuerda con palabras de Manuel Barrera Benítez que la
obra de Mayorga “provoca el examen de conciencia”.
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Escena de La paz perpetua en Teatro de La Abadia, Madrid, dirigida por José Luis Gómez. Fuente |
La obra de Mayorga tiene muchas referencias al texto
homogéneo de Inmanuel Kant que propone un camino para conseguir, como dice el
título, la paz perpetua. Kant escribe: “[…]Esta
facilidad para hacer la guerra, unida a la inclinación que hacia ella sienten
los que tienen la fuerza, inclinación que parece ingénita a la naturaleza
humana, es, pues, el más poderoso obstáculo para la paz perpetua.” Esas
palabras aunque escritas en el siglo XVIII siguen actuales, basta con ver las
noticias, repletas de acontecimientos violentos como guerras, terrorismo o crímenes
particulares que amenazan el sistema democrático.
Los protagonistas son representados por tres perros cuyas
vidas eran marcadas por la violencia. Está John-John-efecto de experimentos
humanos, alumno de una escuela donde se usaba métodos controvertidos para
preparar a los perros a su futuro oficio (pasaban hambre y frío, torturas).
Luego Odín, que sufrió muchas veces el cambio de amo (cada uno le ponía otro
nombre), conoció la dura vida de perro callejero, y experimentó “la estancia”
en la perrera. Y por fin tenemos a Enmanuel cuyo amo lo obligaba a participar
en luchas de perros y que sufrió trágica muerte de su querida ama Isabel en
explosión de una bomba. Aunque los personajes puedan parecer ejemplos extremos creo
que cada persona, antes o después, es una víctima o testigo de la violencia.
Una de las cuestiones que me ha parecido más importante es
la pregunta ¿debemos elegir “el mal menor”, es decir, permitir a torturar una
persona que invade la Ley, infringiendo nosotros mismos esa ley? y ¿Es esta la
manera de defender la propia Ley? En las palabras del Humano y luego repetido
por Enmanuel: “Usted lo ha dicho: ¿en qué
nos distinguiremos de él, si despreciamos la ley? Si ese hombre no tiene
derechos, también los suyos están en peligro. Los de todos los hombres, la
democracia.” (Mayorga 2009: 88-89)
Son las preguntas a las que cada lector no tanto que debe
responder pero sobre cuales debe reflexionar. Este tema de violación de ley
parece un círculo vicioso, pero es un tema vigente ante cual no podemos quedarnos
pasivos.
No he podido evitar una comparación del drama con la película
Celda 2011dirigida por Daniel Monzón
que también es una crítica de las medidas y herramientas que se puede llegar a
utilizar en cuanto a las personas que se comportan fuera de la ley. Plasma una
temática difícil donde quizás no hay una solución perfecta pero siempre existe
una mejor.
La paz perpetua
pretende conservar la memoria de las víctimas de los acontecimientos trágicos,
obras del terrorismo. Busca un dialogo con el lector, su opinión y reflexión.
El público no se puede quedar sin ningún tipo de interacción ante el
espectáculo.
Quedarnos pasivos ante la violencia o combatir violencia con
violencia no son las únicas soluciones, pero para encontrar una salida primero
hay que ser consciente de la existencia del problema, luego no parar de buscar
el camino de la paz perpetua, aunque sea una noción utópica.
Mayorga, Juan (2009). La
paz perpetua. Oviedo: KRK.
Artículo de Manuel Barrera Benítez “Estructura y sentido de La paz perpetua de Juan Mayorga”
“La paz perpetua” de Inmanuel Kant