miércoles, 25 de junio de 2014

“[...] los niños de aquí no existen. Son como fantasmas...” Los niños perdidos de Laila Ripoll


Cartel: CARLOS GIMÉNEZ


 Los niños perdidos de Laila Ripoll es una obra teatral que muestra: “la denuncia de la violencia ejercida contra las víctimas más débiles de estos conflictos [la Guerra Civil y la dictadura], los niños y las niñas”*. No hay división en actos, ni escenas. El espacio escénico se limita a un desván, pero a lo largo de la obra tras los juegos o recuerdos de los niños se desvelan sus historias tremendas. Tuso, Lázaro, Cucachica, Marqués, cuatro niños cada uno con otra historia pero unidos con el triste final en el orfanato.

 Son las víctimas de una violencia física, han sufrido castigos corporales que acabaron con la vida de tres de ellos (Lázaro y Marqués pegados con palos, Cucachica tirado por la ventana), hambre, falta de tolerancia (Tuso el tonto”) y unas condiciones de vida difíciles de imaginar hoy en día para muchos de nosotros.
Cuca: Yo no quiero que me vuelva a tirar por la ventana
Marqués: Toma, ni yo que me dé de palos hasta echar sangre por la boca…

Tuso: Pero como soy tonto y era pequeño, pues me agarraron por los pies y me tiraron al río y como no sé nadar… pues casi no lo cuento.

No obstante, no es solamente una violencia física sino también una agresión psicológica: los niños sufren humillación, se les desprecia e intenta que olviden su identidad y sus raíces, se les cambia de nombres, se les amenaza y se denigra a sus padres.

[…] sois basuritas, que no os merecéis nada. Si estáis aquí, arrancados de la miseria material y moral, es por pura caridad.”

¿Pero será suficiente toda esa violencia para borrar imágenes de seres queridos en cabezas de estos niños? 

Cuca: […] la voz de mi mamá me sonaba más fuerte en la cabeza: << ¡Mi niño, mi niño ! ¿Dónde se llevan a mi niño?>>
[…] me encerraron en este desván, solito y a oscuras, para ver si se me pasaba. Pero no. Me acuerdo de mi mamá y me hago pis[…]
   Y la cárcel era  muy fea y muy asquerosa, pero estaba mi mamá.

El mundo infantil se caracteriza por su fuerte poder imaginativo. Los juegos de los niños, sus bromas, el humor grotesco, la manera de que el público poco a poco descubre las historias de estos niños y el desenlace chocante, hace que la crueldad de aquellos acontecimientos toca muy profundo y genera una serie de preguntas. ¿Cuántos? ¿Por qué? ¿Y otras historias? ¿A quién preguntar? No encuentro las respuestas. No obstante, la pregunta clave, la que me parece más importante hoy en día es:  ¿cómo hemos llegado a esto?
Pero la respuesta es obvia:
Son los hombres que han deparado este destino a los hombres”(Zofia Nałkowska Medaliony, traducción propia)

Los niños perdidos no pueden ser encontrados, pero lo que importa es que no sean olvidados. Tienen que permanecer en nuestra memoria para que no permitamos que eso vuelva a pasar.

Total, ya erais niños perdidos. Al fin y al cabo, los niños de aquí no existen. Son como fantasmas y nadie va a reclamar por ellos.”

* Vilches de Frutos, Francisca (2010). Introducción en: Los niños perdidos de Laila Ripoll. Oviedo: KRK ediciones, pp. 15.

Las cuestiones de violencia en “La paz perpetua” de Juan Mayorga

La paz perpetua, obra dramática de Juan Mayorga nos presenta una historia de competición de tres perros humanizados: Odín-“rottweiler impuro”, el cínico, Enmanuel-pastor alemán con “corazón sabio” y John-John cruce de varias rasas, intento laboratorio de crear un perro perfecto, que quieren ganar el puesto en K7, una organización antiterrorista. Estoy de acuerda con palabras de Manuel Barrera Benítez que la obra de Mayorga “provoca el examen de conciencia”.

Escena de La paz perpetua en Teatro de La Abadia, Madrid, dirigida por José Luis Gómez. Fuente

La obra de Mayorga tiene muchas referencias al texto homogéneo de Inmanuel Kant que propone un camino para conseguir, como dice el título, la paz perpetua. Kant escribe: “[…]Esta facilidad para hacer la guerra, unida a la inclinación que hacia ella sienten los que tienen la fuerza, inclinación que parece ingénita a la naturaleza humana, es, pues, el más poderoso obstáculo para la paz perpetua.” Esas palabras aunque escritas en el siglo XVIII siguen actuales, basta con ver las noticias, repletas de acontecimientos violentos como guerras, terrorismo o crímenes particulares que amenazan el sistema democrático.

Los protagonistas son representados por tres perros cuyas vidas eran marcadas por la violencia. Está John-John-efecto de experimentos humanos, alumno de una escuela donde se usaba métodos controvertidos para preparar a los perros a su futuro oficio (pasaban hambre y frío, torturas). Luego Odín, que sufrió muchas veces el cambio de amo (cada uno le ponía otro nombre), conoció la dura vida de perro callejero, y experimentó “la estancia” en la perrera. Y por fin tenemos a Enmanuel cuyo amo lo obligaba a participar en luchas de perros y que sufrió trágica muerte de su querida ama Isabel en explosión de una bomba. Aunque los personajes puedan parecer ejemplos extremos creo que cada persona, antes o después, es una víctima o testigo de la violencia.

Una de las cuestiones que me ha parecido más importante es la pregunta ¿debemos elegir “el mal menor”, es decir, permitir a torturar una persona que invade la Ley, infringiendo nosotros mismos esa ley? y ¿Es esta la manera de defender la propia Ley? En las palabras del Humano y luego repetido por Enmanuel: “Usted lo ha dicho: ¿en qué nos distinguiremos de él, si despreciamos la ley? Si ese hombre no tiene derechos, también los suyos están en peligro. Los de todos los hombres, la democracia.” (Mayorga 2009: 88-89)
Son las preguntas a las que cada lector no tanto que debe responder pero sobre cuales debe reflexionar. Este tema de violación de ley parece un círculo vicioso, pero es un tema vigente ante cual no podemos quedarnos pasivos.

No he podido evitar una comparación del drama con la película Celda 2011dirigida por Daniel Monzón que también es una crítica de las medidas y herramientas que se puede llegar a utilizar en cuanto a las personas que se comportan fuera de la ley. Plasma una temática difícil donde quizás no hay una solución perfecta pero siempre existe una mejor.

La paz perpetua pretende conservar la memoria de las víctimas de los acontecimientos trágicos, obras del terrorismo. Busca un dialogo con el lector, su opinión y reflexión. El público no se puede quedar sin ningún tipo de interacción ante el espectáculo.
Quedarnos pasivos ante la violencia o combatir violencia con violencia no son las únicas soluciones, pero para encontrar una salida primero hay que ser consciente de la existencia del problema, luego no parar de buscar el camino de la paz perpetua, aunque sea una noción utópica.

Textos consultados:
Mayorga, Juan (2009). La paz perpetua. Oviedo: KRK.
Artículo de Manuel Barrera Benítez “Estructura y sentido de La paz perpetua de Juan Mayorga”
“La paz perpetua” de Inmanuel Kant